Mis impromptus asfálticos me producen una sensación contradictoria: por un lado, me deslumbran formalmente hablando; por otro, me recuerdan que la belleza que pueda llegar a captar se nutre, generalmente, de la porquería de nuestras ciudades. Un asfalto impoluto suele tener poco interés formal; la mierda siempre tiene sus alicientes. Que se lo digan a los coprófagos.
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