La luz tenue y rasante del ocaso, lejos de ser un inconveniente, nos permite observar el entorno desde otro punto de vista, a menudo sorprendente. Las sombras, constreñidas durante las horas centrales del día, resurgen, y con ellas el anuncio de la noche. Todavía hay tiempo para exprimir una jornada que se resiste a desaparecer.
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