Mirar hacia el cielo no siempre conlleva poder ver el azul inmenso o los celajes amenazadores. En los interiores, se trata de adoptar el punto de vista contrapicado extremo o nadir, y dejarse llevar: los techos, azulejos y puntos de luz pueden depararnos muchas sorpresas, y no obligatoriamente desagradables. Todo depende de la actitud: los espacios cerrados pueden resultar claustrofóbicos, sí, pero también acogedores, aunque solo sea por sus reducidas dimensiones.
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