Si, como dice el refrán, eso de ponerle puertas al campo es algo casi imposible, en la ciudad, espacio domesticado por antonomasia, es relativamente sencillo. Y a veces, unas humildes puertas de madera no son suficientes, y se recurre a la rejeria, no sé si para dejar que los mirones puedan satisfacer sus deseos o, como sospecho, para acabar de blindar los espacios privados, que no domésticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario