De entre nuestros espacios íntimos, los que se llevan la palma son dos: el retrete y el dormitorio. Ahí, al abrigo de miradas extrañas, tienen lugar algunos de los actos más importantes de nuestra vida: excretar y orinar, y dormir y engrendrar. Solo nos falta la cocina para lograr nuestro triángulo de las Bermudas, dentro del que no se puede entrar. Sin embargo, es un triángulo imperfecto: la cocina se está convirtiendo en un patio al aire libre.
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