La escena parece plácida. Una avenida desierta; unas señales de tráfico sin clientes a los que asesorar; unas farolas apagadas por exceso de luz; unas hileras de árboles dormitando al sol. Pero, por la derecha, asoma el inconfundible morro de un automóvil a punto de atropellar el centro de la imagen, de transformar una composición centrífuga en una centrípeta.
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