Es curioso nuestro afán por datarlo todo. Que recordemos la fecha de nuestro nacimiento para saber los años que vamos cumpliendo, aunque solo sea por mortificarnos, de acuerdo; que datemos los negocios, para demostrar que tienen, con el paso de los años, solera, bien; pero, ¿y las viviendas como esta? Quien la mandó construir y habitó ya debe de estar muerto. Ya solo queda, orgulloso pero un poco huérfano, el año en que se materializó.
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