El sol se está poniendo, y aprovecho los últimos rayos para captar el parque infantil, ya desierto, o mejor dicho, el efecto de la luz casi rasante en la grava y el silencio de la escena. Son extraños estos lugares, ideados para la chiquillería y sus gritos, cuando al final del día la quietud se enseñorea de ellos. Porque dejan de ser parques para convertirse en descampados.
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