En ocasiones, tengo la sensación de estar rodeado, más que de personas, animales de diverso pelaje y cosas, de texturas, como si tuviese una grave miopía que me impidiera distinguir los contornos. Esto puede ser, más que una fuente de desasosiego, una de relajación: la textura nos arropa cálidamente, sin pedirnos a cambio la obligación de percibir la rotundidad de los perfiles.
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