Cuando lo aleatorio no nos depara ninguna sorpresa, mejor renunciar a explotarlo. Porque en tal situación se convierte en cerveza sin gas, en vino sin alcohol. Pero, ¿cómo sabemos que nos va a deparar sorpresas, dada su propia condición de imprevisible? Únicamente podemos meter en un recipiente alta dosis de automatismo, espontaneidad y voluntad de experimentación, y pulsar el botón. ¿El resultado? Aleatorio, cómo no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario