Imagínate un despertar resacoso; imagínate los párpados luchando por abrirse tras luchar contra las legañas; imagínate un ir tanteando a ciegas hasta que la luz te da un latigazo y te obliga a a afrontar el día. Todo eso puede conseguirse con un sencillo flou o efecto borroso. El único problema es que, como consecuencia de su abuso, no emborrone también nuestra creatividad.
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