La morbidez del tafetán se traslada a la fotografía en forma de área blanca desenfocada y de límites imprecisos que se abate contra las formas rectilíneas de la carpintería de aluminio y contra su propio reflejo projectado en la cristalera. Y lo extraño es que mientras la masa blanca de la izquierda se nos antoja cálida y acogedora, la de la derecha, que no es más que su imagen, se vuelve fría, áspera y distante.
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