Nada me da mayor sensación de libertad que ir en bicicleta. En buena medida, libertad implica, para mí, aire fresco acariciándome o golpeándome -según la fuerza del viento y la velocidad que llevo- la cara. No se depende de un motor, con lo que esto implica -ruido, polución, dependencia de combustible-, sino exclusivamente de la fuerza de las piernas y las ganas de pedalear. ¿Quién da más?
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