Estoy cansado de la vorágine consumista de las fiestas de Navidad y, muy especialmente, de su culminación, el Día de Reyes. He salido a pasear por el parque cercano a casa, donde los niños, ávidos de estrenar sus nuevos regalos, jugaban la mar de satisfechos. Allí he visto esta curiosa embarcación que, por ingeniosa y humilde, me ha llamado la atención. Ojalá tuviéramos siempre unos reyes con minúscula. Con imaginación y creatividad, casi todo se suple.
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