Generalmente, cuando se concibe la nada, se piensa en la oscuridad absoluta, en el negro profundo y uniforme carente de detalle. Pero la nada también podría ser una blancura refulgente y cegadora o, como en este caso, un gris medio que devora formas, colores y detalles, que va difuminando los pespuntes de la vida hasta quedarse en eso, en nada... nada preñada de luz.
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