Está cayendo un aguacero. Salgo a la terraza de casa y me encuentro con las dos caras de una misma moneda: la necesidad de aprovisionarnos de agua. Por un lado, dos recipientes de plástico que acumulan el agua de la lluvia; por otro, una manguera extendida que nos puede surtir de agua de Dios sabe dónde. La tragedia está en el agua que cae libremente sobre el embaldosado y que se escapará por el sumidero; la tragedia está en la pérdida, como siempre.
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