Al fondo del estanque se pueden atisbar monedas que resisten, de momento, la corrosión. Es sorprendente esta costumbre de pedir deseos o hacer promesas y ratificarlos lanzando una moneda al agua. No perdemos el punto de vista económico ni en los hechos menos consustanciales a él. Quizá sea que la palabra no tiene valor suficiente y tengamos que acompañarla del vil metal.
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