Una de las cosas que más me fascina de la fotografía es su carácter azaroso. A pesar de que se pueden controlar algunos de sus dispositivos y de que se puede previsualizar el resultado final, solo es parcialmente. En este caso, pongo la cámara encima del salpicadero del coche, programo el temporizador para que el disparador actúe a los dos segundos. Y tras ello, a veces sucede que la contingencia -aquí, la posibilidad de lograr una foto con cierto interés- se muestra generosa conmigo.
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