Los vacíos son siempre inquietantes. La vastedad nos recuerda que somos partículas insignificantes del Universo, e intentamos por ello acotar los espacios inmensos para traducirlos a escala humana. El cielo, inconmensurable por antonomasia, nos resulta más próximo si lo cercamos visualmente con retazos de edificios, con huellas de humanidad, en definitiva.
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