Más que el muro de las lamentaciones, en toda ciudad hay, no uno, sino varios muros de las ensoñaciones o de los deseos. Y cuando se cumplen, se convierten en actas notariales que dan fe de lo de siempre, con una fecha de caducidad más o menos limitada. Suerte que al fondo hay una puerta de emergencia que ofrece una escapatoria a nuestras contingencias.
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