Bueno, tampoco lo exageremos: levantarse a las siete o las siete y media no es madrugar. A lo que vamos: las calles están casi desiertas, el rocío todavía impregna el pavimento y el sol empieza a desperezarse. Noy hay coches a la vista, gracias a lo cual me sitúo en medio de la calzada, mido las luces, encuadro la escena, clic, y a tomar un café y leer el diario. ¡Benditos domingos!
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