Las techumbres son las grandes olvidadas de la arquitectura contemporánea. Antaño, las intrincadas nervaduras que ascendían por los pilares e iban a confluir en las claves de la bóveda de los edificios, o las cúpulas, o los cimborrios, o los artesonados labrados y pintados eran la excusa perfecta para forzar nuestras cervicales y mirar hacia arriba. Ahora, difícilmente encontraremos interés en los sobrios techos de hormigón. Es la economía.
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