Estoy en el castillo de Peñíscola. Oteo a lo lejos: el horizonte nos comunica que se acerca una borrasca. Lejos de apresurarme a buscar cobijo, sigo con mi visita a las dependencias del que fue hogar del papa Luna. Es verano, y como casi todo en esta época, la borrasca es solo un amago. Parece como si el calor convirtiera en ficción los brotes de realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario