Hay ocasiones en las que uno, en vez de profundizar en una imagen, prefiere deslizarse por ella, haciendo caso omiso del contenido, esquivando cualquier pregunta relativa al cómo o al porqué; dejando, en definitiva, que nuestra vista transite por el magma compuesto de texturas, luces, sombras, sin solución de continuidad. La comprensión queda orillada: es la hora de la meditación.
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