Si las cataratas y cascadas nos fascinan, tal vez porque ejemplifican el poder inmenso del agua, de la naturaleza misma, con las presas pasa otro tanto, pero vinculado al poder constructivo del hombre y a su capacidad para domeñar estas mismas fuerzas naturales. Aunque, tarde o temprano, acabe perdiendo siempre la partida. Por suerte para la humanidad. Nada hay más pernicioso que una humanidad demasiado fuerte.
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