Una iglesia

¿ Y por qué es una iglesia? Tenemos pocos datos para vincular estos fragmentos a un templo. Pero suficientes. El almohadillado de piedra a modo de zócalo, demasiado caro para un edificio cualquiera; la barandilla de forja acabada en un arabesco, ídem; el inicio de una escalinata, inusual en construcciones más prosaicas; y los pétalos caídos de una flor, que nos hablan de un casamiento o de un sepelio. Las dos caras de una misma moneda.

Pasarela al infinito

 

El corte o sangrado de una imagen propicia una extraña paradoja: se amputa una parte para ampliar el todo, si bien de forma imaginaria. Es el fuera de campo, campo que se resiste a que le pongan puertas. Aquí, la imaginación se lanza a la búsqueda de lo que se embosca tras el marco de la fotografía, es una pasarela al infinito.

Azulejos

 

Loas azulejos blancos, en nuestro ámbito cultural, no se exponen a la mirada de los transeúntes, porque pertenecen a la esfera de lo íntimo. Azulejos blancos los hallamos en las cocinas y en los cuartos de baño, sanctasanctórums de nuestras viviendas. Pero el tiempo, que todo lo puede, acaba por exponer nuestras vergüenzas al sol.

Inducción

 

En una zona dominada por las masas, sobre todo masas negras, grises y negras, el ojo busca afanosamente algunos puntos de anclaje, y los encuentra en las líneas paralelas que la atraviesan por la parte superior. Franqueadas estas, nos adentramos en un limbo deslumbrante en el que apenas apercibimos, desdibujado, algo parecido a un oasis. Estamos sedientos.

Chorreo

 

Claustro del monasterio de Sant Joan de les Abadesses. Tarde de agosto. Hace sol, pero llueve. En la imagen, solo se ven unas líneas blancas que caen de un tejado fuera del campo visual. Es el chorreo del agua que, ajeno a las gráciles columnillas góticas, sigue el rumbo que describió Newton entre los siglos XVII y XVIII. Tarde de agosto.

Verdes tapetes

 

No sé por qué los tapetes que se ponen sobre las mesas de juego son de paño verde. Desde el punto de vista de la psicología del color, podría decirse que el verde es un color relajante, y cuando uno se juega los dineros, la serenidad es fundamental. Aunque también podría ser un atavismo de nuestro origen gregario, cuando ramoneábamos por los prados. Be.

Tumbonas al sol

 

Entre el caos formado por el antepecho de la ventana, las barandas de la pasarela, las escaleras de la derecha, la caseta, la piscina, los cables eléctricos que se cruzan y la masa vegetal del fondo, destacan las tumbonas, promesa de felicidad efímera entre tanto desorden. Porque la quietud tiende al orden, y este, a la felicidad. Descanso... eterno.