miércoles, 13 de abril de 2011

El toque de la civilización


Podría ser el Amazonas; podría ser el Orinoco, pero es el Onyar, el río impostor que, en realidad, suele ser un riachuelo. Toda la apariencia de paraje remoto y salvaje se pierde por un detalle delator: el reflejo de las farolas de tres brazos en el agua. El toque de la civilización rompe el espejismo, o quizá forja uno nuevo: el de la convivencia entre naturaleza y humanidad.

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