sábado, 5 de febrero de 2011

...y otro


Es el mismo parque de ayer, o tal vez ya no. Han pasado solo unas horas, pero la luz es diferente, las sombras también, e incluso mi estado de ánimo ha cambiado. Pero la desolación es la misma. Está visto que las sombras y la infancia no casan bien. Es normal: la infancia es la edad, no de la inocencia -por supuesto-, sino de la luz. Con los años ya apareceran las sombras, esto es, las implacables dudas. ¿Quién no teme a Descartes? ¿O es Heráclito el protagonista de esta entrada?


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