Jamás he encontrado un aeropuerto acogedor. Por supuesto, estos lugares son la antítesis del hogar, el espacio íntimo por excelencia. Y lo son por su atmósfera impersonal, por su brutal funcionalidad, por la fugacidad de todo cuanto transita por ellos, por el derroche de metros cuadrados. Y por las luces, siempre demasiado frías.
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